Segunda cita.
Esta vez desemboca en su casa.
Hay velas, incienso y birra.
Vas al baño,
abres la tapa del váter
y te encuentras un regalo envenenado
de importantes dimensiones.
Tiras de la cadena ocho veces.
Imposible, desesperas.
Ya tardas más de la cuenta.
Ajena a tu mala suerte
ella escucha el combate
de una guerra que no es tuya.
¿Decirle la verdad y ser un miserable
o ser caballeroso y parecer repugnante?
Da igual lo que hagas.
Todo se ha ido a la mierda.
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